Erase
una vez una familia argentina, que se tuvo que mudar a España porque al padre
le ofrecieron un trabajo como informático; la familia estaba compuesta por: El
padre, Luis, la madre, Natalia, las hijas, María, Teresa, María Luisa, Ainhoa, Mariel, los hijos Álvaro, Raúl, Joel, Javier y Miguel A. y se
me olvidaba, la abuelita Ana también.
Cuando llegaron a España, todos bajaron
del avión, algunos se marearon tanto que vomitaron; cuando llegaron a su nueva
casa todos se quedaron asombrados, ¡era inmensa!, cada uno tenía su propia
habitación y para que no tuvieran que estar subiendo y bajando como en la otra
casa, cada habitación tenia su propio baño y eso era un lujo para ellos.
El lunes por la mañana todos se levantaron
muy pronto para ir al colegio, y como eran nuevos, todos se intimidaron un
poco, así que no se separaron ni un segundo los unos de los otros. Hasta que
las chicas se separaron de los chicos porque encontraron amigas con las que
jugar. Los chicos no tardaron en hacer lo mismo. Al volver del colegio, todos se
fueron a la cocina a merendar, después fueron directamente a sus habitaciones
para hacer los deberes. Al día siguiente las chicas se enfadaron entre ellas y
la pobre Ainhoa se tuvo que quedar con sus hermanos, estaba tan triste que al día
siguiente no quería ir al colegio, la abuela Ana le consoló y le dijo que tenía
que ir al colegio para poder sacar buenas notas y tener un buen trabajo como
sus padres. Ainhoa reflexiono un poco y al final fue al colegio, porque se dio
cuenta de que podría hacer las paces con ellas en el recreo. Pero la historia
no acaba aquí porque todavía faltan muchas cosas por suceder... y esta parte de mi cuento se ha
acabado pero el lunes os contaré otra fascinante historia sobre esta familia
maravillosa.
fin